Discurso de Despedida como Presidenta de la FECH
Camila
Vallejos Dowling,
ex
Presidenta de la Federación de Estudiantes de Chile. FECH
Es difícil
hacer el balance del presente año de nuestra federación, el solo hecho de
sentarse y evaluar, repasar los contenidos, lo hecho y lo olvidado, son
ejercicios que requieren de tiempo y tranquilidad, dos elementos que hasta el
momento no hemos tenido y que dificultan los análisis a la hora de repasar el
año transcurrido.
A esto hay que sumarle la profundidad y alcance que tuvo el
movimiento social por la educación, ya que, al contrario de lo que se ha
querido presentar, no abarcó tan solo lo meramente estudiantil ni tampoco se
contuvo en las paredes de nuestra universidad, por el contrario, detonamos un
movimiento que sacudió al país, contagió al continente y puso los ojos del
mundo sobre nosotros y nuestros resultados, por lo que hacer un balance de la
FECh que tan solo abarque a la FECh no es sensato ni tampoco corresponde a la
realidad de nuestra gestión.
De todas maneras, para partir quisiera agradecer a todas y todos
quienes han sido parte fundamental en la construcción de este proceso. A los
funcionarios de la FECh por su compromiso y trabajo intachable durante el año,
por su paciencia y lealtad a la organización, a pesar de lo difícil que es
trabajar con estudiantes todo el día, cuando aún ellos no entienden a cabalidad
las condiciones del mundo laboral. A ellos les debemos nuestro más sincero
respeto y el compromiso por hacer de su trabajo un valor a cuidar y resguardar.
Sin lugar a dudas, a mi familia y a Julio, que gracias a su incondicional
apoyo, amor y entrega pude desempeñar gran parte de mi trabajo en la FECh,
incluso en los momentos más difíciles.
A los funcionarios de la Casa Central que nos acompañaron en la
toma y ayudaron a cuidar la Casa de Bello. A los académicos que se pusieron la
camiseta y que desde oscuros laboratorios, bibliotecas y oficinas sacaron una
voz que hace mucho tiempo no se hacía escuchar en nuestra universidad.
A los que se involucraron activamente y no sólo de palabra, a los
que madrugaron por tener que preparar el trabajo del paro del día siguiente, a
los se mojaron en las manifestaciones, a los que bailaron, actuaron y crearon
por este movimiento.
A los secundarios por su capacidad de entrega y valentía, a los
estudiantes de instituciones privadas que lograron renovar los aires de este
movimiento, a los profesores por trabajar codo a codo con los estudiantes pese
a los constantes ataques recibidos, a los pobladores que nos acompañaron en los
cacerolazos, las barricadas y las asambleas territoriales, a los trabajadores
de la educación y de otros ámbitos que hicieron tremendos esfuerzos por
solidarizar y acompañarnos en las movilizaciones y muchas veces también en las
discusiones.
En fin, a todas y todos quienes desde sus diferentes frentes de
acción, aportaron pequeñas y grandes cosas a este movimiento. Y no quisiera
dejar de lado a los que no están presentes, para compartir este importantísimo
proceso, pero que, sin lugar a dudas, han sido grandes referentes de la
historia, sin los cuales no habríamos tenido capacidad política, teórica, moral
e histórica de poder levantar y conducir este movimiento. Hablo de Marx, de
Lenin, de Recabarren, de Violeta, Víctor, Gladys, de Lucho Corvalán, de
Gramsci, de Allende y tantos otros a los cuales les debemos esto y mucho más y
que van siempre a nuestro lado en esta larga marcha.
En segundo lugar, quisiera compartir con ustedes algunas reflexiones que nacen de la experiencia, de las vivencias básicas que este 2011 dejó estampadas en nosotros, hoy tenemos la más profunda convicción de que la fuerza erigida a partir del movimiento debe constituirse como una verdadera posibilidad de transformación social en Chile, debe significar un cambio en la vida de nuestro pueblo y debe constituirse en un ejemplo de lucha para todos los pueblos del mundo en su camino por conquistar más democracia, más justicia social y protección de nuestros derechos fundamentales frente a los embates y colonizaciones del mercado.
Tengo la más plena seguridad de que para todas y todos ustedes,
este año ha significado uno de los más importantes procesos de maduración y
desarrollo tanto personal como político. Este es un año en el que todos hemos
aprendido, por lo tanto todos hemos ganado. A algunos les tocó aprender cayendo
duramente, a otros les tocó aprender que lo hecho en el pasado tiene valor en
el presente y se configura como determinante para el futuro, a otros les tocó
aprender que no se podía mantener por siempre al pueblo engañado y
desmovilizado.
En definitiva, este es un año en que sin duda Chile ganó y eso es
motivo de orgullo para los estudiantes de nuestra casa de estudios, hoy día
podemos decir con más fuerza y autoridad que la Chile es de todos los chilenos,
hoy podemos mirar sin vergüenza al país y decirle: esta es tu Universidad y
desde ella luchamos por un Chile nuevo, desde ella luchamos porque en sus aulas
vuelvan a caber los hijos de todo tu pueblo, hijos de buena familia no bastan
para nuestros sueños.
Debemos decir también, que durante este proceso tuvimos aciertos y
errores, alegrías, frustraciones, encuentros y desencuentros, incertidumbres y
certezas, en definitiva, un sin fin de experiencias que, sin duda alguna, estarán
siendo en estos momentos revisados en el fuero interno de cada uno, para
constituirse posteriormente en el conjunto de elementos que servirán para la
proyección de un mejor escenario político en los años venideros.
Y digo esto, porque entendiendo que cada cual de manera individual
o colectiva habrá hecho o estará haciendo este análisis, proceso al cual me
gustaría poder aportar algunos elementos.
A esto quiero comenzar señalando, que iniciamos este período con
mucha claridad respecto al rol que debíamos jugar los estudiantes y la
comunidad universitaria en general, en el proceso de transformación y
democratización no solo de nuestra universidad, sino que también en el conjunto
del modelo educacional, cuestión que señalábamos como un paso estratégico en la
dirección de hacer avanzar nuestra sociedad hacia un modo de vida más justo,
democrático y libertario.
Comprendíamos con claridad las razones del por qué en Chile se
inició un proceso de desmantelamiento de la educación pública y a la vez
entendíamos la importancia fundamental que tenía la configuración de ello con
el resultado de la obra total del modelo neoliberal que otrora nos heredaran a
sangre y fuego. Asumimos que no teníamos razones para soportar y seguir
soportando las condiciones impuestas de un modelo por el cual nadie nos había
preguntado y es entonces que decidimos salir a la calle una vez más, pero ya
nuestro despliegue, nuestro discurso y nuestro convencimiento se encontraban
fuertemente armados, ya no era solo cosa de niños, ya no era cuestión de
tiempo.
Entendimos que antes de hacer educación había que pensar la
educación, que antes de hablar de calidad debíamos discutir entorno a ella y no
aceptar un concepto impuesto y aprendimos sobre todo a no caer en el vicio de
elaborar y demandar reformas que no tuviesen coherencia política con la
sociedad a la cual aspirábamos vivir y legar a nuestro pueblo.
Cuando hablábamos de cambios estructurales al modelo, hablábamos
de construir un sistema educacional que pudiese contribuir a superar la odiosa
condición de inequidad, segregación, exclusión y marginalidad con que aún
dominan a nuestro pueblo. Que permitiese por vía de la democratización del
conocimiento, en cuanto a su acceso, su apropiación y su generación,
desarrollar una plaza contrahegemónica a los principios y reproducciones
materiales del modelo mercantilista, catalizador de las más profundas
desigualdades e injusticias de nuestra sociedad.
Este año pudimos también experimentar muy felizmente, uno de los
momentos de mayor debate y participación en nuestros espacios universitarios,
fenómeno materializado en los distintos claustros triestamentales y en
encuentros que no sólo lograron demostrar que tenemos un gran potencial para la
construcción de comunidad universitaria, sino que demostraron también que esa
construcción es posible, que podemos elaborar propuestas y dar una señal al
país de que lo público se evidencia en estos esfuerzos incomprables por el
dinero. Ahora nuestro principal desafío será potenciarlos y hacer que lo que
emane de esos espacios de integración pueda constituirse en patrimonio de la
sociedad y en verdaderas herramientas de transformación para nuestro pueblo.
Todo esto exige una mayor participación de toda la sociedad chilena en el
cuidado y cumplimiento de sus fines.
Quiero
también destacar, la necesidad que tenemos como país de avanzar hacia un cambio
de paradigma en la forma de hacer universidad, la Chile ya no es la misma de
antes, en cierta medida y de cierta forma, hemos cambiado de lenguaje y seremos
todos nosotros, estudiantes, funcionarios, académicos y autoridades, los
responsables de conducir a nuestra Universidad hacia una ruptura del statu quo
y el orden actual existente. Debemos hacerla avanzar hacia la construcción de
nuevos espacios de encuentro, donde se puedan analizar y poner en cuestión las
más diversas formas de vida y posturas político-ideológicas; donde la
diversidad debe pasar de la teoría a la práctica cotidiana y se logre la
interacción intelectual y humana que nos permitirá ir abordando la complejidad
de las problemáticas actuales y futuras de nuestra sociedad.
La verdad es que Chile toma cada vez mayor conciencia de que
necesitamos dar pasos decididos en la construcción de un sistema de educación
que termine con el progresivo cercenamiento de la identidad y diversidad
cultural presentes en nuestro país, que abandone la repetición de consignas, la
ejecución de órdenes y la identificación de los estudiantes y académicos con la
búsqueda del logro individual, la aceptación de las reglas del mercado, el conformismo
y la desmemoria, para cambiarlos por un espíritu de unidad en la pluralidad,
por una nueva disposición a educar al conjunto del pueblo, cuyo fin sea su
emancipación moral, intelectual y material. Para esto, nos ha resultado
indispensable la toma de conciencia de que la educación debe ser entendida como
un derecho universal y una inversión social y no como un bien de consumo como
algunos nos han pretendido hacer creer.
Sin embargo, compañeras y compañeros, es importante tener claridad
de que no podemos caer en el mismo error de los movimientos reformistas de
nuestra historia. Si bien entendemos la vigencia de las demandas contra la
segmentación del conocimiento y las concepciones tecnocráticas y autoritarias
de la enseñanza y reeditamos las propuestas a favor de la autonomía
universitaria, el pluralismo, la libertad de cátedra, la participación de los
estudiantes y trabajadores en la dirección de los establecimientos, no podemos
creer que ésta sea la única vía para fundar una nueva sociedad.
La tradición liberal iluminista que nos hace creer que el
conocimiento es o será LA principal riqueza de Chile y, que la reforma
universitaria, o de la educación en general basta para lograr la emancipación
de nuestro país a través de la cultura, es algo que aunque coherente y noble,
carece de sustento material.
La revolución social no es antes que nada ni tan solo una reforma
intelectual y moral, sino que por sobre todo, es una transformación radical en
las relaciones de poder político y de acumulación económicas vigentes en
nuestra sociedad.
Nadie podría negar que un pueblo culto es menos vulnerable a la
dominación y al sometimiento, sin embargo, esa democratización y acceso a la
cultura no se obtienen de manera gratuita por parte de los dominados, por el
contrario, se arranca con convicción y energía de la mesa del festín de los
poderosos.
Cómo lograr esas conquistas debe ser una de las principales
interrogantes en estos momentos y una de las mayores tareas pendientes que deja
este movimiento. No es menor que después de 7 meses de movilización, durante
las cuales logramos legitimar nuestras demandas y representar a más de un 80%
de la población, no hayamos logrado avances en términos de nuestras propuestas
y nuestras reivindicaciones más sentidas. No cabe duda que a estas alturas del
año, cuando ya es compartido que el movimiento logra dar el salto cualitativo
desde la demanda gremial-corporativa a una demanda estructural y de carácter
político, las mayorías que salen a las calles ya no son sólo mayorías endeudadas,
sino que son mayorías guiadas por la más profunda necesidad de contraponer a la
avaricia y la soberbia del sistema, la dignidad de los seres humanos y la
recuperación de sus derechos.
Efectivamente no es sólo una consigna decir que Chile cambió, en
cada esquina y en cada calle vemos cómo Chile va perdiendo el miedo, cómo la
gente vuelve a creer en la posibilidad de los cambios y en la acción colectiva
como forma necesaria para alcanzarlos. Atrás queda el pueblo callado y
domesticado, acostumbrado al conformismo y al individualismo, incapaz de
levantar la voz ante la injusticia y los abusos, por el contrario, la gente
sale con alegría a las calles a recuperar la esperanza perdida, sale a decir
con fuerza: ¡ya basta de desigualdad, basta de lucrar con nuestros derechos
fundamentales y basta de esta pírrica democracia de los consensos! Sin duda que
este movimiento ha logrado evidenciar con mayor fuerza las falencias del
sistema, lo cual ha significado un cambio cultural en nuestro país y, aunque
embrionario aún, nos permite abrirnos a la posibilidad de avanzar hacia un
estado mayor de concientización y de lucha social.
Este año, también ha quedado demostrado que con un gobierno de
derecha los avances sociales a favor del pueblo son un imposible, el sistema
político presidencialista logra que el ejecutivo tenga la sartén por el mango y
puedan hacer y deshacer según como le venga en gana.
Por otra parte, las consecuencias del binominalismo se hacen
sentir con fuerza en el parlamento, configurando mayorías opuestas a la
ciudadanía y dejando un margen de acción muy estrecho para fuerzas sociales y
políticas contrarias al dictamen de los poderosos. Alterar este orden, también
es una tarea pendiente de nuestro movimiento, ya que las consecuencias de ello
se harán sentir con fuerza en proyectos de ley que ya están siendo tramitados
en el parlamento, tales como el proyecto de desmunicipalización,
Superintendencia, Ley de Universidades Estatales, Democratización, Fin al
Lucro, entre otros, los cuales de no mediar una acción política y social
poderosa y eficaz por nuestra parte, serán arreglados al gusto de unos pocos y
para el desmedro de millones, tal como se han venido haciendo las cosas en
nuestro país a lo largo de estos últimos treinta años.
Y he aquí un punto de maduración importante que hemos adquirido
con este movimiento: nuestro principal problema no es de recursos, es de
democracia. La reproducción del poder político sobre sí mismo con independencia
de la inclusión y participación de las grandes mayorías ciudadanas ha hecho a
nuestra democracia perder valor y a nuestros ciudadanos perder interés por
ella. Lo que ayer fue un profundo anhelo de generaciones enteras que entregaron
su vida por obtenerla, hoy es solo un mal recuerdo por el que no vale la pena
ni siquiera interesarse.
La clase política contra la cual algunos creen luchar, no es más
que el reflejo del ordenamiento del poder existente en nuestra sociedad, para
nosotros no existe “la clase política”, existen las clases sociales, donde se
inscriben dominados y dominadores, explotadores y explotados. No podemos seguir
aceptando el uso de un concepto vago y poco definido, que viene por sobre todo
a atenuar y confundir el centro de las preocupaciones que como pueblo debemos
tener para superar el actual esquema de dominación existente en nuestro país.
Es a esos sectores a los que hay que desplazar de la toma de
decisiones, a quienes gozan de la acumulación de capital, sumado a la
acumulación de poder político, comunicacional y cultural. A los que hoy toman
decisiones por nosotros y no nos permiten participar directamente en la
construcción de nuestro propio futuro. Ellos son la geometría del poder que se
constituye como la gran mordaza a los avances del pueblo chileno en materia de
derechos y reivindicaciones y es contra sus privilegios por lo que luchamos.
Por lo mismo, es que no entendemos como aceptable la renuncia a la
disputa de espacios de representación dentro de la institucionalidad política,
no podemos negarnos a subvertir la correlación de fuerzas al interior de esta
espuria institucionalidad burguesa, muy por el contrario, ello debe
constituirse en uno de los pasos fundamentales que este movimiento logre dar,
no el único, pero sin lugar a dudas debemos trasladar la mayoría de las calles
al interior del parlamento y el aparato del Estado, y que vuelvan a ser los
trabajadores, pobladores y estudiantes quienes manejen las riendas de su propio
futuro, participando, sin otros intermediarios, en la elaboración de las leyes
y normas que nos devuelvan nuestros derechos.
Hoy, producto de la histórica movilización desencadenada en
nuestro país, hemos logrado provocar fisuras y resquebrajar la construcción
hegemónica neoliberal dominante, instalada hace ya más de treinta años por la
dictadura. Sin embargo, esta aún no está derrotada, tiene fisuras y está
agotada, pero nada indica que no pueda recomponerse sobre sus propias fuerzas,
como históricamente lo ha hecho y vuelvan por tanto, nuevamente las fuerzas
neoliberales y reaccionarias a ganar poder para reestablecer su hegemonía e
incluso blindarla. Existe una crisis de legitimidad del neoliberalismo, eso
está claro, ahora de nosotros y de las fuerzas democráticas depende avanzar con
convicción y fuerza para derrotar a la maquinaria vil que ya no se puede seguir
sosteniendo.
La fuerza
y presión democratizadora que están generando los actuales movimientos y
organizaciones sociales ya no son sólo en demanda de reformas sectoriales al
modelo, sino que por sobre todo, son para hacer avanzar al país hacia la
construcción de una sociedad más justa e igualitaria, ahí está el desafío
estratégico de nuestro movimiento.
No quiero terminar, sin antes enunciar algunos de los desafíos que
como país tenemos pendientes.
Chile debe avanzar hacia un modelo de sociedad que sustituya el
principio de la competencia por el de la cooperación, que sustituya al
individualismo por la solidaridad y la acción colectiva, a los bienes privados
por los públicos, que permita la socialización de las fuerzas productivas y el
reparto equitativo del trabajo común, el reconocimiento efectivo del derecho de
cada persona a vivir plenamente su vida intelectual y moral. Se requiere
urgente renovar la vida pública para recomponer el tejido social, ensanchar los
cimientos de la justicia, y construir una nueva geografía del poder, donde no
se permitan más abusos ni explotaciones.
Las esperanzas del pueblo están en todos nosotros, y los
estudiantes, los demócratas y la izquierda chilena no pueden desconocer el
nuevo escenario en el cual estamos inmersos, menos todavía repetir viejas recetas
que con la experiencia histórica ya se han visto fracasadas. Debemos ser
capaces de fijar un nuevo horizonte para nuestro desarrollo, un nuevo camino
por el cual transite nuestro modelo de sociedad y nuestra democracia,
necesitamos un nuevo marco en el cual todos por igual tengamos los mismos
derechos y las mismas libertades.
Para
finalizar, quiero decir que lo que viene es tanto o más importante que lo
pasado, quizás el próximo año no haya movilizaciones tan masivas como las de
este, pero ello no será excusa para que la lucha no se intensifique. Quiero
darle mis saludos a Gabriel, decirle que cuenta con todo mi apoyo en este año
de gestión que le tocará vivir, que pese a los inventos mediáticos y
diferencias de pasillo que pretenden instalarnos, ambos sabemos que es mucho
más lo que nos une que lo que nos separa y que puede esperar de nosotros, los
comunistas, todo el apoyo y la lealtad en esta enorme lucha que juntos
enfrentamos, que tal como hace cien años, seguiremos estando firmes junto a los
trabajadores y el pueblo, articulando la lucha social en sus más diversas
formas, para así proyectar una alternativa de democracia real para todos los
chilenos.
La primavera promete nuevos frutos, dependerá de todos nosotros,
cuán dulces puedan ser.
No hay comentarios:
Publicar un comentario