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lunes, 24 de mayo de 2021

Jaime Roldós, presidente, mártir y constructor. Artículo opinión: Juan Raúl Ferreira

ARCHIVO DEL EXILIO Nº 14

#ALDHU #DerechosHumanos #JaimeRoldós #JuanRaúlFerreira #JuandeDiosParra

 Los sueños no mueren. Cuando alguno se hace realidad y luego se desvanece, el tiempo se encarga de que reaparezca, con más fuerza. Un grupo de gente con savia nueva, entusiasmo y compromiso está dando nueva vida a la Asociación Latinoamericana de Derechos Humanos (Aldhu). Hay savia nueva y el empuje de siempre de Juan de Dios Parra de Chile. Entonces, no puedo más que buscar en mis archivos su partida de nacimiento.


En mis años de exilio muchos líderes latinoamericanos me brindaron más apoyo del que podía pedir o esperar. Político y aún humano, es decir, afecto. Sin desmerecer a nadie, como dicen en campaña, debo recordar cómo me prohijaron, el presidente de Ecuador Jaime Roldós Aguilera y el líder panameño Omar Torrijos Herrera. ¿Me daría cuenta de todo lo que ello significaba? Políticamente pero, sobre todo, como contención humana. En el año 80 se había creado la Convergencia (CDU – Archivo 12).

Ya hemos visto la movida internacional que trajo aparejada. En medio de aquel ajetreo, me llama (suena raro) el presidente ecuatoriano a invitarme a conversar sobre una «idea fermental» que estaba madurando. Allí fui. Arribé a Quito el martes 29 de abril, apenas una semana después de la Conferencia de Prensa en Naciones Unidas anunciando la formación de la CDU.

Fuente: Archivos Juan Raúl Ferreira. 

Tras una entrevista en el diario El Comercio mantuve una reunión a las 15:00 horas, con el canciller, el historiador Alfredo Pareja Díez Canseco. Él mismo me acompañó al Palacio a la reunión con el Presidente Roldós. En la misma estaba quien años antes me lo habían presentado en Washington: Horacio Sevilla Borja, que junto a César Verduga eran ahora los asesores internacionales del joven presidente, que ya se proyectaba por su ímpetu renovador en toda América.

Su idea era que las organizaciones de derechos humanos deberían cuidar su neutralidad política. Pero, del mismo modo, quienes tenían un público compromiso político, aún partidario, debían tener su instrumento de Derechos Humanos. Al otro día tuve una larga reunión con su esposa Marta, quien a su vez había invitado a Ernesto Cardenal. Ernesto era poeta, monje y ministro de Cultura de Nicaragua.

(Autor del Evangelio Según Solentiname – recién el Papa Francisco lo reivindicó en el 2020 poco antes de su muerte). Las fotos con Marta -que menos de un año después, iba a morir junto a su esposo en un atentado nunca aclarado – y Ernesto Cardenal me recuerdan que fue más una larga sesión de trabajo que una visita protocolar. Allí salió humo blanco sobre el perfil que debía tener la nueva Institución.

También estaba Horacio Sevilla (las vueltas de la vida, siendo yo décadas más tarde embajador en Argentina, él fue mi colega ecuatoriano). Al cónsul uruguayo le preocupaba, pero las noticias le llegaban tarde. El 2 de mayo escribe a la Cancillería uruguaya: «Estuvo Juan Raúl Ferreira, invitado por el Presidente Jaime Roldós. No ha trascendido de qué hablaron. (Ya pronto se enterará). Pero no hay explicación razonable del recibimiento que le dan cada vez que viene. Se asemejan a los reservados a altos dignatarios de Estado». No era mi mérito, era la generosidad sin límites del Presidente y su equipo.

El 10 de agosto estaba de regreso en Quito. Tras un acto en solidaridad con Bolivia, bajo una cruel dictadura, el 11 dio a la luz la Aldhu. Su primer Consejo Directivo estuvo integrado, entre otros, por Gerard Pierre Charles (Haití), Gustavo Carvajal (México), Vicente Saadi (Argentina), Guillermo Ungo de El Salvador… bueno y yo de Uruguay.

El primer secretario ejecutivo fue el embajador y asesor presidencial Horacio Sevilla Borja. Roldós y mis colegas entendieron que debía hacer uso de la palabra en nombre de todos. Más allá de la foto, mi recuerdo conserva únicamente la profunda emoción que me conmovía. Como si fuera poco se me designa representante de la flamante Aldhu.

Pero los compromisos de la CDU lo hacían casi imposible. Casi tanto como tener que decirle que no a Jaime. Un boliviano, Ernesto Aranibar Quiroga, que empezaba su exilio en Washington, me ayudó a compatibilizar ambas tareas. El en los hechos fue él, quien dirigió la oficina de la Aldhu en la Capital de EEUU.

Así pude compatibilizar los compromisos de la CDU con los de la Aldhu. (Por cierto, le llamábamos Aladehu y fue Aranibar quien rebautizó a la flamante ONG. En medio de aquel siempre doble entusiasmo, Quito y Washington; CDU y Aldhu… como pasaba casi siempre, un duro golpe: el 24 de mayo de 1981, se estrella el avión en que viajaba Roldós, con su influyente esposa Marta Bucaram. Hasta hoy se siguen escribiendo libros con nuevos hallazgos que demuestran que fue un crimen político, pero no se esclareció nunca.

Dos meses después, solo dos meses, se «accidenta» el avión que trasladaba al Gral. Torrijos 31 de julio de 1981 de Panamá a Farallón en los montes de Penonomé. Hablé ante su tumba. Se me habían secado las lágrimas. Me fui al Norte por los asesinatos de Zelmar y Toba junto a Barredo y Whitelaw , y la desaparición, también en Buenos Aires, de Benjamín Liberoff. De salida matan al Gral. Torres, a quien habíamos invitado a asilarse con nosotros. Llego a Washington y matan a Letelier (Archivo 9).

En marzo del 80 a Mons. Romero (Archivo 2). No había hecho el duelo de Roldós y matan a Torrijos. No salíamos del shock cuando, quien fuera el vicepresidente de Roldós, Osvaldo Hurtado, ya Presidente, nos invita a un almuerzo. Estamos allí todos, absolutamente todos los miembros del Consejo Directivo. El almuerzo siguió a días de consultas internas.

Ahí ratifica su voluntad de seguir con la Aldhu. Estaba Grille (actual director de Caras y Caretas) que a la sazón quedará a cargo de la Secretaría Ejecutiva. La Aldhu pudo seguir su vida. Y ahora en pleno siglo XXI, nuevas voces, nueva sangre, nuevos impulsos, hacen mantener vivo aquel sueño. Creo que debo confesar que cuando escuché por primera vez la idea no me di cuenta el vuelo que iba a tener. Así son los grandes hombres. Pueden ver las grandes cosas antes de que nazcan. Los pueden matar pero su siembra termina siendo cosecha.

Fuente: Radio la R

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