La proximidad del cierre del
año, y la celebración del 37 aniversario del inicio de la tercera ola
democratizadora en América Latina es una ocasión propicia para hacer un balance
acerca del estado de la democracia y del desarrollo en la región.
Partamos
por una afirmación: Latinoamérica es hoy radicalmente diferente a la de hace
tres décadas y media. En nuestros días, la democracia es la forma mayoritaria
de gobierno si bien existe un alto grado de heterogeneidad entre los países. Es
innegable el avance logrado en estos casi 40 años en materia de elecciones
libres y justas, vigencia y respeto a los derechos humanos y democratización.
Constituye un activo (el vaso medio lleno) que debemos reconocer y valorar.
Durante estos años, no sólo hemos logrado recuperar la democracia y hacerla
sostenible sino, al mismo tiempo, dotarla de un importante piso de apoyo
ciudadano (56% según Latinobarómetro 2015). Esta resiliencia de la democracia
en América Latina es uno de los logros más importantes por destacar y valorar.
El desafío reside ahora en cómo seguir avanzando y que este proceso pueda
mantenerse en el largo plazo.
Empero,
América Latina presenta una paradoja: es la única región en el mundo que
combina democracias electorales en la casi totalidad de los países que la
integran, con amplios sectores de su población viviendo por debajo de la línea
de la pobreza (28,1% para 2013, según la CEPAL), con la distribución del
ingreso más desigual del mundo, con altos niveles de corrupción y con elevadas
tasas de homicidio.
Esta
inédita combinación determina que nuestras democracias exhiban importantes
déficits así como serios desafíos que afectan su calidad. Las asignaturas
pendientes (el vaso medio vacío) abarcan los problemas institucionales que
impactan negativamente en la gobernabilidad y el estado de derecho, la
independencia y la relación entre los poderes del Estado, el fenómeno de los
hiperpresidencialismos y de las reelecciones, la corrupción, las restricciones
a la libertad de expresión, el funcionamiento deficiente del sistema de
partidos políticos, la falta de equidad de género, así como graves problemas de
inseguridad ciudadana, factores todos ellos que generan desconfianza ciudadana
e insatisfacción con su funcionamiento.
Desaceleración
y conflictividad social
Últimamente las noticias en
el ámbito económico no son buenas para América Latina. Después de una década dorada (2003-2013), el viento de cola dejó de soplar. La marcada
desaceleración económica que afecta a la región (sobre todo a Sudamérica pero no
a Centroamérica), y el estancamiento en la reducción de la pobreza muestran un
cuadro creciente de malestar social, graves escándalos de corrupción, un fuerte
derrumbe de la popularidad de muchos presidentes y condiciones de
gobernabilidad complejas en varios países.
Esta brusca desaceleración no
es coyuntural, sino que ha venido para quedarse, es un fin de ciclo. La CEPAL proyecta para 2015
una contracción económica regional de 0,4% y un anémico crecimiento del 0.2%
para 2016 si bien con alta heterogeneidad entre países. El BID confirma este
sombrío panorama al anunciar que las exportaciones de la región (altamente
concentradas en materias primas salvo en México) cayeron por tercer año
consecutivo.
Las
noticias tampoco son alentadoras en el plano social. Según la CEPAL, entre 2013
y 2014 el nivel de pobreza se estancó en alrededor 167 millones de personas,
mientras el índice de extrema pobreza subió levemente. Por su parte, la OIT
acaba de anunciar otra mala noticia: el aumento del desempleo por primera vez
en cinco años (1.7 millones de personas han perdido su trabajo) e indicios de
que podría estar subiendo la informalidad debido a una mayor generación de
empleos de menor calidad.
http://www.estrategiaynegocios.net/opinion/913881-345/desaf%C3%ADos-de-am%C3%A9rica-latina-de-cara-al-nuevo-ciclo