Nuestro deber es defender la naturaleza |
Pareciera que es hora de hablar no tanto ya de derechos sino de "obligaciones humanas" porque nuestro mundo no podrá seguir funcionando por mucho tiempo más si no reflexionamos sobre esta perentoria necesidad y no arbitramos los medios para impedir que la codicia se convierta en un nuevo Leviatán, algo que ya está sucediendo en algunas regiones del planeta y que es una de las causas más distorsivas del hambre y de la miseria en el mundo.
(Adital.
Susana Merino) La Asamblea General de las Naciones Unidas acaba de aprobar una
Declaración sobre los defensores de los derechos humanos dirigida no solo a los
Estados y a los defensores de los derechos humanos sino a todos los habitantes
del planeta considerados como igualmente responsables de su cumplimiento. Y
está bien que así sea.
Sin embargo si nos detenemos a pensar, advertiremos
muy pronto que poco o nada se dice en la actualidad de esas y de otras
responsabilidades que también nos competen. Ya en los tiempos bíblicos, aparece
por primera vez la noción del otro, del prójimo, de aquel a quién nos une un
destino común. Cuando después de la muerte de Abel, a manos de Caín, Yahvé lo
interpela, preguntándole: "¿Dónde está tu hermano?” y este le responde
"No lo sé ¿soy yo acaso el guardián de mi hermano?” Una respuesta que, sin
duda, nadie podría calificar de antigua o superada, sino que sigue teniendo más
bien una reconocible cotidianeidad lo que de algún modo nos recuerda que
debemos ser corresponsables no solo de la debida consideración y el respeto a
los derechos humanos de nuestros congéneres sino también de la supervivencia de
nuestra generación y de la de las generaciones futuras, en la que es hoy
nuestra casa común.
Próximamente, en la prevista Cumbre Rio+20 se
propondrá que la ONU apruebe la Carta Universal de los Derechos de la Naturaleza,
sobre la base del documento elaborado por la Conferencia de los pueblos
realizada en Cochabamba (Bolivia) y adoptada por las constituciones de Bolivia
y Ecuador. Y cuyo objetivo es sin duda proteger y conservar nuestro hermoso e
irreemplazable planeta azul.
El medioambiente es responsabilidad de todos |
Si aceptamos, sin embargo, que la naturaleza o
Gaia, como la bautizara James Lovelock, por sugerencia de su amigo el escritor
William Golding y cuyo nombre evoca el de la diosa griega de la tierra, es como
él mismo la definiera "un todo coherente donde la vida, su componente
característico se encarga de regular sus condiciones esenciales tales como la
temperatura, composición química y salinidad en el caso de los océanos” y
"en el que todas sus partes están tan relacionadas como las células de
nuestro cuerpo” es indudable que los derechos de la naturaleza no difieren de
los de los seres humanos en cuanto al prudente respeto en que debe basarse la
intervención humana en ese organismo vivo del que inexorablemente formamos
parte.
De modo que cuando se habla de los derechos de la
naturaleza estamos aludiendo elípticamente a nuestras propias responsabilidades
con relación a ella, puesto que como decía Gandhi en una Carta de 1947 a las
Naciones Unidas "Mi madre, que era ignorante pero tenía un gran sentido
común, me enseño que para asegurar los derechos es necesario un acuerdo previo
sobre los deberes" Y es en estos deberes en los que deberíamos poner el
acento.
Es cierto que según la definición de Lovelock la
tierra es un organismo vivo pero un organismo que si bien se rige por leyes
sabiamente estructuradas, carece de la racionalidad y de los mecanismos
necesarios como para ejercer su propia defensa o delegarla expresamente en
quienes pudieran hacerlo. Es decir que nosotros como seres pensantes no
deberíamos siquiera plantearnos la posibilidad de hallarnos empeñados en su
destrucción como lamentablemente lo estamos haciendo.
Creo que tanto nuestra supervivencia como la del
planeta dependen de la adopción o la recuperación de pautas éticas que parecen
haber desaparecido de nuestro bagaje cultural mientras que contrariamente se
han seguido manteniendo con envidiable persistencia en las comunidades
indígenas. Dice Leonardo Boff "¿Cuáles son la ética y la moral vigentes
hoy? Las del capitalismo. Su ética dice: bueno es lo que permite acumular más
con menos inversión y en el menor tiempo posible. Su moral concreta reza:
emplear la menor cantidad de gente posible, pagar menos salarios e impuestos y
explotar mejor la naturaleza. Imaginemos cómo sería una casa y una sociedad
(ethos) que tuviesen tales costumbres (moral/ethos) y produjesen caracteres
(ethos/moral) igualmente conflictivos. ¿Sería todavía humana y benéfica para la
vida? Aquí está la razón de la grave crisis actual”
En consecuencia pareciera que es hora de hablar no tanto
ya de derechos sino de "obligaciones humanas" porque nuestro mundo no
podrá seguir funcionando por mucho tiempo más si no reflexionamos sobre esta
perentoria necesidad y no arbitramos los medios para impedir que la codicia se
convierta en un nuevo Leviatán, algo que ya está sucediendo en algunas regiones
del planeta y que es una de las causas más distorsivas del hambre y de la
miseria en el mundo.
De obligaciones y de deberes humanos en relación a
las actividades extractivas, a la deforestación, a la eliminación de la
biodiversidad, a los monocultivos, a la explotación irracional del suelo cuyos
ciclos de recuperación solo podrían medirse en miles o millones de años… es
decir transformando nuestro acendrado y egoísta individualismo en algo así como
una especie de alter-eco-centrismo en el que prime la valoración del otro y la
del medio con el que estamos recíprocamente destinados a compartir la vida.
Cuando los conculcados son los actualmente llamados
"derechos de la naturaleza” es indiscutible que toda la sociedad a través
de sus gobiernos debe exigir la cancelación inmediata de esas actividades pues
debe constituir un deber inalienable de las políticas de estado asumir la
defensa de las riquezas naturales de su jurisdicción e impedir el deterioro
ambiental que esas actividades pudieran ocasionar al medio físico y a la salud
de sus habitantes.
El teólogo José M. Mardones, señala con acierto en
su libro "El hombre económico, orígenes culturales” que "El
problema ecológico de deterioro de la naturaleza y la misma vida en general
cuestionan radicalmente la lógica del desarrollo y del crecimiento continuo, se
impone una nueva cultura de la austeridad y de relaciones no explotadoras con
la naturaleza. Finalmente el problema del sentido y de una ética cívica para la
convivencia humana nos confronta con la desecación de las tradiciones y la
pérdida de orientaciones normativas compartidas. Necesitamos recuperar el
sentido personal y colectivo de la vida más allá del pragmatismo funcionalista
del tener, poseer o consumir. Nuestra sociedad ansía sentido para vivir más
allá de las razones económicas”.
De modo que sin un rescate ético de los valores
fundamentales que garantizan la vida, sin el ejercicio ciudadano del respeto y
consideración hacia el prójimo, incluida la seguridad de su sustento actual y
futuro, sin asumir las responsabilidades que nos competen en la defensa de la
naturaleza, cuyos "derechos” solo pueden ser sostenidos por nuestros
deberes y nuestras obligaciones morales hacia su carácter de madre nutricia o
pachamama, es muy probable que el destino de la humanidad se halle condenado a
un aciago e incierto porvenir.
[Susana Merino, es Arquitecta
argentina, editora del informativo semanal "El Grano de Arena" de
ATTAC Internacional. Enviado por Ecupres].
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