Introducción
(Eduardo Gudynas y Alberto Acosta/ Journal of Substainablity Education) Las perspectivas recientes sobre educación ambiental y educación para la sostenibilidad de muy variadas maneras se enfocan en el “desarrollo sustentable”. Buena parte de la discusión queda centrada, por lo tanto, en cuestiones como determinar las condiciones ecológicas para el desarrollo, generar un desarrollo “verde” o alentar una sensibilidad ambiental. De alguna manera puede entenderse que esas posturas son reformas ambientales al desarrollo.
En cambio, otra manera de enfocar estas cuestiones es promover simultáneamente una crítica sustancial sobre la idea misma de “desarrollo”. En otras palabras, admitir que un tránsito a la sustentabilidad implica cambios radicales en las ideas que hoy son aceptadas sobre el desarrollo.
Un proceso de este tipo está en marcha en algunos países y movimientos en América Latina. Se está observando una renovación de la crítica al desarrollo, donde uno de sus componentes proviene de las preocupaciones ambientales. Pero esta nueva reflexión ofrece la particularidad de ir hasta las raíces culturales de las concepciones de desarrollo, y una vez allí, entiende que las alternativas se encuentran más allá de esas ideas. Son, por lo tanto, críticas al desarrollo donde se termina abandonando la idea convencional de “desarrollo”.
El presente artículo ofrece un resumen de algunas de estas discusiones, y en especial aquellas que están enfocadas en las alternativas que ahora se conocen como “Buen vivir” o “Vivir Bien”. Las secciones que siguen reproducen un artículo que hemos publicado recientemente (Gudynas y Acosta, 2011).
Nuestro objetivo es revisar algunos aspectos claves de la actual construcción de las ideas sobre Buen Vivir como crítica al desarrollo. Se repasan algunas posturas críticas al desarrollo, ubicando a las ideas sobre el Buen Vivir como una respuesta a varios de esos cuestionamientos. Se analizan los componentes que explican la construcción de las ideas de Buen Vivir, comentándose sobre sus formulaciones en las nuevas Constituciones de Bolivia y Ecuador. Paralelamente, indicamos que estas ideas recuperan posturas claves ancladas en los conocimientos saberes propios de pueblos indígenas. Sus expresiones más conocidas remiten a Ecuador y Bolivia; en el primer caso es el Buen Vivir o sumak kawsay (en kichwa), y en el segundo, en particular el Vivir Bien o suma qamaña (en aymara) y sumak kawsay (en quechua). Finalmente, se avanza en la idea del Buen Vivir como una plataforma política para la construcción de alternativas al desarrollo.
El Buen Vivir, en tanto concepto plural y en construcción, discurre en el campo de los debates teóricos, pero también avanza en las prácticas, sea en aquella de los pueblos indígenas y en los movimientos sociales, como en la construcción política, dando sus primeros pasos en las recientes constituciones de Bolivia y Ecuador. Más allá de la diversidad de posturas al interior del Buen Vivir, aparecen elementos unificadores claves, tales como el cuestionamiento al desarrollo entendido como progreso o el reclamo de otra relación conla Naturaleza.ElBuen Vivir no es, entonces, un desarrollo alternativo más dentro de una larga lista de opciones, sino que se presenta como una alternativa a todas esas posturas.
La crítica y la permanencia del desarrollo convencional
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Buen Vivir, crítica al desarrollo |
Las ideas contemporáneas sobre el desarrollo comenzaron a formalizarse en la década de 1940. Es habitual presentar como referencia el discurso de 1949 del presidente de Estados Unidos, Harry Truman, donde se presenta la idea del desarrollo como sucesivos avances en la linealidad del progreso. El desarrollo es definido también en relación a su contracara, el subdesarrollo; la primera situación se observaría en los países industrializados, cuyos regímenes de gobierno y sus patrones culturales se deben convertir en el ejemplo a seguir por los países del sur (véase, por ejemplo, a Sanchs, 1992, y Rist, 2002).
De esta manera, América Latina junto a otras regiones, debían aplicar un conjunto de políticas, instrumentos e indicadores para salir del “subdesarrollo” y llegar a aquella deseada condición del “desarrollo”. A lo largo de estas últimas décadas, casi todos los países han intentado seguir ese supuesto recorrido. ¿Cuántos lo han logrado? Muy pocos. En realidad, lo que se observa en el mundo es un “mal desarrollo” generalizado, existente inclusive en los países considerados como desarrollados. José María Tortosa va más allá, afirmando que “el funcionamiento del sistema mundial contemporáneo es «maldesarrollador»” en su propia lógica, ya que está basado en una idea de “eficiencia que trata de maximizar los resultados, reducir costes y conseguir la acumulación incesante de capital” (en el sentido de Tortosa, 2008).
Por cierto que existe cierta heterogeneidad dentro del amplio campo del desarrollo contemporáneo. De hecho, por lo menos desde la década de 1960 comenzaron a sumarse distintas visiones críticas inconformes con las posturas de un progreso lineal, con reclamos en el terreno social y ambiental (véase la revisión de Unceta, 2009). Los objetivos y medios para avanzar en el desarrollo difieren entre escuelas de pensamiento y diversos autores, las que quedan bien ejemplificadas por Tortosa (2008) al recordar que van desde las “versiones más economicistas que lo identifican con el crecimiento del PIB a las más complejas del desarrollo a escala humana, necesidades básicas, nuevo orden internacional, desarrollo humano, ecodesarrollo o codesarrollo”.
Entre esas corrientes se encuentran las críticas ambientales, y al menos desde 1980, el desarrollo sostenible como concepto. Si bien sus posturas originales, la sustentabilidad requería una reformulación sustancial del desarrollo, pero al pasar el tiempo, esta idea se diversificó en corrientes muy diversas, incluyendo aquellas que quedaron en un mero intento de reformas instrumentales del desarrollo para relanzarlo como crecimiento económico.
La diversidad de posiciones alrededor del desarrollo s muy clara en el caso latinoamericano, lo que explica la “azarosa biografía” de la idea de desarrollo en la región, cambiando “muchas veces de identidad y de apellido, tironeado entre un consistente reduccionismo economicista y los insistentes reclamos de todas las otras dimensiones de la existencia social. Es decir, entre muy diferentes intereses de poder”, al decir de Aníbal Quijano (2000). Inicialmente sus promesas fueron movilizadoras, agrega Quijano, “pero fueron eclipsándose en un horizonte cada vez más esquivo y sus abanderados y seguidores fueron enjaulados por el desencanto”.
A su vez, la región también jugó un papel importante en generar revisiones críticas sobre el desarrollo convencional, tales como el muy conocido estructuralismo inicial de Raúl Prebisch, los diferentes énfasis en la teoría de la dependencia, hasta posiciones más recientes, como el neo-estructuralismo de CEPAL. Estas posturas heterodoxas y críticas encierran una importancia considerable, pero también han adolecido de algunas limitaciones. Por un lado, sus cuestionamientos no lograron alcanzar los núcleos conceptuales de la idea de desarrollo convencional entendido como progreso lineal, y en particular expresado en términos del crecimiento económico. Por otro lado, cada una de ellas generó una ola de revisiones pero que no lograron sumarse y articularse entre sí; si bien generaban un pico en los cuestionamientos, poco después éstos comenzaban a languidecer y las ideas convencionales volvían a retomar el protagonismo. Este tipo de procesos explica que a pesar de las diversas posiciones críticas sobre el desarrollo que se acumularon sobre todo en la década de 1970, desde el dependentismo a los llamados a un “otro desarrollo”, de todas maneras el núcleo básico desarrollista persistió, y se acentuó bajo las reformas de mercado de inspiración neoliberales de las décadas de 1980 y 1990.
Crítica y cansancio
A partir de fines de la década de 1990, los cuestionamientos parecen potenciarse entre sí, en particular como reacción frente al reduccionismo de mercado. La confianza en el desarrollo se resquebraja en las décadas de 1980 y 1990. Por un lado, las posturas neoliberales consideran que éste no es un proceso a construir o planificar, sino que resulta de dejar actuar libremente al mercado. La temática del desarrollo parece reducirse en el ámbito académico y en la gestión gubernamental.
Por otro lado, las promesas de los planes, programas y proyectos de desarrollo, no se concretan. Los problemas de pobreza y desigualdad en el continente persistían, y los beneficios anunciados por el desarrollo no lograban cambios sustantivos en las economías nacionales o locales. Es más, en algunos casos, los emprendimientos que se anunciaban como disparadores del desarrollo, en realidad tenían efectos contrarios, especialmente diversos impactos sociales y ambientales.
No pretendemos decir que fracasaron todos los emprendimientos que han invocado metas del desarrollo. Pero sí deseamos puntualizar que ello sucedió en muchos casos, y que hay actores sociales claves que reaccionan negativamente o están defraudados por ese tipo de iniciativas (más allá de la validez o no de esas posiciones). De hecho, se han montado redes ciudadanas para denunciar y alertar sobre algunos de esos efectos negativos (y en muchas de ellas, las cuestiones ambientales tienen un papel central).
En este estado de cosas, apenas resumido en los párrafos precedentes, se formalizan los cuestionamientos del postdesarrollo, entendiéndolo como una reconstrucción y crítica de la base conceptual, las prácticas, las instituciones y los discursos del desarrollo (véase por ejemplo, Escobar, 2010). Estas críticas calan mucho más profundamente, en tanto conciben que los problemas no radican en las mediaciones o instrumentalizaciones de diferentes opciones de desarrollo, sino que es necesario ir a las bases conceptuales, incluso ideológicas o culturales, en las que se sustenta el desarrollismo convencional. Es así que muchos de aportes de las corrientes heterodoxas antes mencionadas, en realidad enfocan “desarrollos alternativos”, mientras que es necesario generar “alternativas al desarrollo”.
Las controversias sobre el desarrollo, sus pretendidos éxitos como sus reconocidos fracasos, por distintos medios, desembocaron en la retracción a esa temática, tal como se adelantó arriba. Es un escenario que hemos calificado en otras oportunidades como un “cansancio” con las ideas convencionales sobre el desarrollo.