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lunes, 3 de enero de 2022

La perpetua inestabilidad

La estabilidad no ha sido un denominador común en nuestra América, donde la pobreza, el hambre, el desempleo y la inequidad cunden. Por ello, las sociedades aprendieron desde hace siglos la dura lección de vivir el día a día, no sólo aquellos que deben ganarse el pan haciendo lo que pueden en las calles de las ciudades de todo el hemisferio, sino toda la ciudadanía, que se acostumbró a sobrellevar la improvisación y la falta de visión.



Un realismo cruel, que hace de la vida una rueda moscovita. Quien vive en Latinoamérica mira con asombro que países con fuentes de riqueza inagotables, no logran facilitar una vida digna a sus poblaciones, más por incapacidad que por otra razón.

En estas sociedades, donde gobernar no está fundamentado en consensos sino en berrinches, la gente mira con desdén a la cosa pública. Lo peor es que la ausencia de instituciones sólidas produce un estilo de anarquía.

Necesitamos recomponer nuestra América para evitar que se hagan trafasías de todo orden con total impunidad. Esa inestabilidad permanente hace que el ciudadano desconfié del Estado y que mantenga una distancia con la cosa pública que sólo le trae más problemas en vez de soluciones.

Un ejemplo palpable es la corrupción que atraviesa la sociedad entera en la región y que contamina a todos los sectores del quehacer humano. Todos quieren eliminarla y para ello tendrán que educar a los niños, ya que la mayor parte del resto está inmerso, ya sea recibiendo o pagando, pues la corrupción se ha enraizado de tal manera en nuestro diario vivir, que resulta imposible erradicarla con leyes y buenas intenciones.

El irrespeto al tiempo de los ciudadanos es una muestra palpable de la inoperancia de quienes manejan la cosa pública y privada. Mucho tiempo desperdiciado en interminables trámites, en donde se “cayó el sistema” o “regrese mañana” son el sino de todos los días. Seguro que cuesta millones de horas hombre y por ende millones de dólares.

No puede continuar una divisoria de inequidad tan marcada, en donde un puñado de gente lo tiene todo y cientos de millones viven en la pobreza. No es falta de recursos, sino de ética.

Es indudable que estamos sentados en un polvorín que puede estallar. Es momento de tomar al toro por los cuernos, de buscar alternativas pragmáticas y realistas a los problemas de un desarrollo humano sostenible. La pobreza está entre las más aberrantes violaciones de los derechos humanos, es hora de corregir que campee en nuestra región con terribles consecuencias para todos.

Hay que darle seguridad y estabilidad al ciudadano para que viva sin sobresaltos y angustias producidas por las incapacidades institucionales de los estados de las Américas y que son un pesado lastre que ancla para los millones de latinoamericanos.

Fuente: El comercio

Art Opinión: Luís Gallegos Chiriboga

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