Por Alejandro I. López para Cultura Colectiva.
#ElSalvador #FMLN #ElMozote
El episodio más sangriento de la Guerra Civil en el Salvador fue protagonizado por el ejército. A pesar de las evidencias, la justicia por lo ocurrido en El Mozote aún no ha llegado.
La tarde del 10 de diciembre de 1981 la tranquilidad del pequeño poblado de El Mozote ubicado al norte de El Salvador, cerca de la frontera con Honduras, habría de esfumarse para siempre. El batallón Atlácatl, un grupo del ejército salvadoreño encargado de poner fin a la guerrilla y formado en la tristemente célebre Escuela de las Américas, conocida como el semillero de militares que inauguraron las dictaduras más sangrientas de América Latina, irrumpió en el poblado.
Su objetivo, según la "Operación Rescate", era seguir toda huella del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), una organización política que había elegido la guerrilla como el medio para terminar con la precaria situación, pobreza extrema y la poderosa influencia de los Estados Unidos en la política nacional que vivía el Salvador.
Las poco más de 25 casas reunidas en torno a una plaza pública que conformaban El Mozote quedaron vacías ante la llegada de los militares, quienes exigieron a toda la población abandonar inmediatamente sus viviendas y concentrarse en la plaza. Una vez reunidos fueron interrogados por los soldados sobre las actividades de la guerrilla en la zona, obligados a encerrarse en sus casas y amenazados de muerte si a alguno se le ocurría salir a la calle durante el resto de la noche.
La madrugada del 11 de diciembre el batallón repitió el protocolo inicial y recrudeció sus acciones a un punto sin retorno. Sin excepción, cada habitante de El Mozote se presentó en la plaza, donde fueron divididos entre hombres, mujeres y niños y encerrados por separado en la iglesia, en un sitio conocido como "el convento" y en distintas casas.
Comenzó el interrogatorio. Los soldados formaron a grupos de 5 personas para preguntar de forma intimidante todo lo que supieran sobre el movimiento insurgente. Con las técnicas de la Escuela de las Américas puestas en práctica en distintas dictaduras en el Cono Sur años atrás, el interrogatorio devenía en tortura para cada uno de los miembros del grupo.
“En grupos de cinco y vendados y amarrados de manos, los hombres eran sacados de la iglesia y fusilados. Los pocos que quedaban agonizando eran brutalmente decapitados con golpes de machete en la nuca. A las doce del mediodía ya habían terminado de matar a todos los hombres. Mi esposo, Domingo Claros, fue uno de los primeros en morir. Iba en uno de los primeros grupos, pero comenzó a forcejear y le dispararon. Estaba vivo, un soldado se acercó y con un machete lo degolló. Las mujeres no corrieron mejor suerte. Los soldados entraron a la fuerza en la pequeña casa y comenzaron a seleccionar a las mujeres más jóvenes. La mayoría de madres se opuso, pero fueron sometidas con golpes de culata de fusil o a patadas”.
Una vez finalizado, asesinaban a todos para borrar cualquier evidencia. La cruel escena se prolongó durante horas. La plaza, el convento y la iglesia veían pasar ríos de sangre y un montón de cuerpos apilados mientras la masacre continuaba. Los militares fueron especialmente sádicos con las mujeres y los menores. Muchas de ellas fueron violadas y posteriormente decapitadas.
Fuente: culturacolectiva
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