En un mundo convulsionado por países con serios
conflictos internos, cuyos habitantes se ven forzados a incorporarse a los
fuertes movimientos migratorios, atestiguamos con asombro la situación
particular de Venezuela, en cuyas fronteras terrestres, puertos y aeropuertos
la tristeza y la desesperación se han convertido en un asunto cotidiano.
En nuestra maltratada América Latina no ha sido un
fenómeno novedoso, sin embargo, no existe justificación válida para ignorar
sucesos como estos en ninguna parte del mundo, ni ahora ni en ningún otro
momento de la historia.
Afortunadamente, el venezolano en su mayoría ha gozado
del buen recibimiento en nuestros países vecinos, al poseer dichos destinos un
conocimiento más o menos aproximado de la gravedad de lo que aquí está
ocurriendo.
En ese orden de ideas, y como información valiosa para
aquellos que migraron o están por hacerlo, es importante saber que existe una
Convención Internacional sobre la Protección de los Derechos de todos los
Trabajadores Migratorios y sus Familiares.
En la mencionada convención se establecen obligaciones
para las cuales se han comprometido un número significativo de países, entre
ellas, solamente me limitaré a mencionar algunas que considero esenciales, por
ejemplo:
1) La prohibición de destruir documentos de identidad, permisos de
trabajo o pasaportes.
2) El derecho de recibir la misma remuneración,
beneficios sociales y atención médica que los nacionales.
3) El derecho de los
hijos de los trabajadores migratorios al registro de nacimiento, la
nacionalidad y el acceso a la educación.
Invito a aquellos que tienen especial interés en el
tema a que accedan a la lectura de la convención y simultáneamente observar el
estatus que detentan los países dentro del mencionado acuerdo internacional.
Estoy especialmente preocupado por lo que estamos
viviendo en Venezuela y espero fervientemente que puedan todos los que se
encuentran en situación de literal huida que puedan encontrar el derecho a la
libertad, la paz, la justicia, la educación, el acceso a la salud y a la
alimentación que nuestro país nos arrebató.
jesusduranzorrillaprensa@gmail.com
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