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lunes, 26 de diciembre de 2016

Acerca del perdón.



En los últimos días se ha instalado el debate  acerca si los condenados por crímenes contra la humanidad que permanecen encarcelados en Punta Peuco, deberían recibir el beneficio de la libertad condicional, especialmente en los casos que padecen enfermedades terminales.

Es preciso recordar que estamos hablando de personas que cometieron crímenes atroces, al amparo del estado, con recursos del estado, en calidad de funcionarios del estado, y que utilizando todo el poder del estado y actuando en la más completa impunidad, asesinaron, torturaron, hicieron desaparecer a seres humanos indefensos. Infringiéndoles sufrimientos atroces.
Estos crímenes  afectan a toda la humanidad, no solo a las víctimas directas y sus familias, ya que en su cometimiento, se transgrede la esencia misma de la vida en sociedad, Cuando el estado, construido para proteger a las personas y garantizar su convivencia armónica y civilizada, se desnaturaliza y se convierte en criminal, mediante el accionar de  sus funcionarios.

Estando claros que estos “enfermos terminales” son culpables de estos crímenes atroces, la cuestión es, si la sociedad les debe perdonar e imponer las consecuencias de este perdón, a las víctimas.

Sostengo que el “perdón” no es solo un acto sino un proceso, que en la historia de nuestra civilización, se ha ritualizado, y que al menos exige algunos requisitos, el primero de los cuales es el genuino arrepentimiento, genuino porque además este arrepentimiento debe conllevar la confesión del crimen y la aceptación de la respectiva penitencia, una vez ocurridos estos tres momentos, se está en condiciones de perfeccionar el “perdón”. Que acarreará la reconciliación, como efecto civilizatorio último de este proceso.
Pretender trasladar a las víctimas o sus familiares, el peso de este perdón, sin que quienes lo demandan   hayan cumplido sus requisitos (arrepentimiento, confesión y penitencia),  me parece un acto de  máxima impudicia y crueldad. Nadie puede arrogarse la facultad de “perdonar” en nombre de la sociedad, ni pretender imponer a las víctimas y sus familiares tal carga, exonerando a quienes quieren ser perdonados, de las exigencias mínimas para obtenerlo.

En los casos de los asesinos y criminales chilenos prisioneros en Punta Peuco, ellos saben muy bien que al menos hay una confesión que está pendiente y que su omisión  día a día aumenta el dolor de quienes padecieron sus crímenes ¿DÓNDE ESTAN LOS DETENIDOS DESAPARECIDOS? Ellos lo saben, su silencio pertinaz sigue negando a las víctimas y sus familias, además del derecho a vivir, el derecho también a bien morir y el derecho al duelo.

El debate del perdón que algunos están propiciando, no será honesto ni pacificador, mientras no se exija a  estos criminales  como condición sin ecua non, confesar a la sociedad chilena, a los familiares de las víctimas y a la justicia, el paradero de los detenidos desaparecidos. Empecemos por ahí.

Juan de Dios Parra.
Secretario General Asociación Latinoamericana para los DDHH. ALDHU.
Secretario Nacional de DDHH. Partido Socialista de Chile.

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