El problema de los migrantes es de todos, Estados, Gobiernos y ciudadanos podemos aportar en la ayuda humanitaria, debemos apuntar a que nuestro mundo no tenga fronteras en casos extremos. El terrorismo no es solo producido por quienes tienen las armas, lo producen también quienes cierran sus fronteras arbitrariamente a ciudadanos que buscan una mano.
Juan de Dios Parra, Secretario Ejecutivo de ALDHU.
El flujo
de emigrantes se incrementa más cada vez. Estamos acostumbrados a ver
noticias, escuchar relatos, leer informes, estudios y análisis estadísticos de
los emigrantes. Vemos con frecuencia el drama y la tragedia; nos conmueven las
imágenes de tantas situaciones humanas impensable del flujo migratorio. Sin
embargo, nos percatamos que esta situación es ahora de carácter global. No se
trata de una realidad que solo afecta el continente Americano, sino que también
vemos que existen situaciones parecidas con sus grandes matices en todas partes
del mundo. Se habla de distintos tipos de emigrantes: en situación regularizada
con estatus legal; en situaciones no regularizadas, o sin estatus legal;
emigrantes forzados sin protección ni estatus legal explotados por mafias; también
se habla de refugiados y solicitantes de asilo, debido a conflictos o la
persecución, etc. El tema de la emigración en la actualidad está confrontando
políticamente a los países de la Unión Europea, y ha llevado a los gobiernos de
esta parte del mundo a discutir temas delicados: “cuotas” de refugiados a
acoger, la ayuda económica que deben dar los Estados implicados, los controles
fronterizos o las barreras a imponer. Se enfatiza sobre todo el costo de los
inmigrantes; si requieren o no asilo político, pero poco se habla de la
contribución que ellos hacen al desarrollo de los países que los acogen.
De hecho, los impuestos que
pagan los emigrantes son superiores a los gastos que los Estados deben realizar
para atenderlos. Incluso hay estudios que muestran que el aporte que hacen los
emigrantes es proporcionalmente mayor que el que hace la población del país que
los recibe. Sin embargo, no podemos desconocer que su incorporación a la vida
social ahora tiene más obstáculos por el lento crecimiento económico y las
tasas de desempleo en Europa.
Dicho brevemente, y
sin dorar la píldora, la sensación que se tiene en el contexto actual, es que
los emigrantes se pueden convertir en una amenaza para la seguridad y el
bienestar si no se imponen límites, porque el “sur” invadirá al “norte”. En la
presente coyuntura en la que han ocurrido los atentados terroristas en Francia
el pasado viernes 13 de noviembre, veremos cuáles serán los resultados de las
investigaciones que se están realizando y las medidas que se tomarán al
respecto. Esperemos que no sean medidas que afecten más a los emigrantes que ya
han padecido bastante y han sufrido situaciones indeseables. En los países
desarrollados se habla cada vez más de una estratificación del derecho a la
movilidad selectiva de los emigrantes. Es decir, se trata de abrir las puertas
a los hombres de negocios, gerentes, profesionales, científicos o artistas, de
tal manera que, esta actitud positiva ante estas categorías de emigrantes se
traduce en una política de “drenado de cerebros”, que empobrece el capital humano
del “sur global”. La crisis de los derechos humanos y su aplicación práctica es
el problema de los emigrantes, dentro de las fronteras nacionales de sus países
de origen y fuera éstas.
1. La emigración sin precedente
hacia Europa
En la Unión Europea
la llegada de los emigrantes, actualmente, se percibe como un terremoto sin
precedentes: “Este año, según las estadísticas más recientes, 1,2 millones de
personas entraron ilegalmente en la UE, principalmente por mar”
(http://www.diariocolatino.com/europeos-y-africanos-buscan-soluciones-comunes-en-cumbre-sobre-migracion/).
Se calcula que desde el 2015 al 2017 llegarán tres millones de emigrantes.
Según los datos de la Comisión Europea: “Los candidatos al asilo podrían ser
más de un millón en 2015, 1,5 millón en 2016, y 500,000 en 2017. Por sí mismas,
estas cifras dan una idea de la amplitud del desafío al cual están confrontados
los europeos” (Diario Le Monde, Samedi 7 novembre 2015, p. 2). Los emigrantes
llegan a través de Turquía, Grecia y los Balcanes.
Turquía es el punto
estratégico en la zona del Mediterráneo para ingresar a la Unión Europea:
“Turquía, que alberga 2,2 millones de refugiados sirios, es el principal punto
de salida de los migrantes que se arriesgan a cruzar el mar en dirección a las
islas de Grecia, país de entrada a la Unión Europea. Entre enero y octubre, más
de 454 migrantes y refugiados murieron o desaparecieron cuando cruzaban el mar
Egeo, entre Turquía y Grecia, según cifras de Amnistía Internacional”
(http://www.diariocolatino.com/europeos-y-africanos-buscan-soluciones-comunes-en-cumbre-sobre-migracion/).
La situación, ya crítica de por sí, se agudiza con la entrada del invierno y
con la acentuación de los bombardeos rusos en Siria; la emigración de las zonas
sometidas al conflicto bélico se acentuará. La distribución de los 160,000
refugiados entre los países de la Unión Europea
antes y después del verano está totalmente superada, dada la cantidad
desbordante de emigrantes que siguen llegando en busca de refugio y asilo. El
temor que éstos sienten al registrarse en los centros de control migratorio es
evidente porque no quieren ser deportados a sus países de origen, dada la
crisis y la inseguridad a la que están sometidos.
El problema, sin
embargo, para Europa y aún para el Norte desarrollado, no es solo de carácter
económico o de capacidad de absorción de la ingente cantidad de ciudadanos que
llegan del sur o del oriente buscando un lugar digno para vivir. El problema es
si en el mundo actual tenemos la capacidad de garantizar los derechos humanos
de los ciudadanos en sus países de origen; si podemos garantizar la seguridad y
la integridad física y psíquica de los seres humanos que pueblan el planeta.
Vivimos en un mundo donde la ecología social está constantemente amenazada por
la pobreza, el desempleo, la falta de seguridad medioambiental y los conflictos
políticos que terminan siendo confrontaciones bélicas.
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