La ciudad de Lima, encabezada por su alcaldesa, la Sra.
Susana Villarán de la Puente –primera mujer democráticamente elegida para
ostentar este cargo[1]–, es nuevamente anfitriona[2] de una de las
trascendentales jornadas que trienalmente viene siendo protagonizada por uno de
los movimientos sociales emancipatorios más importantes de los siglos XX y XXI,
se trata del XIII Encuentro Feminista de América Latina y del Caribe (XIII
EFLAC), que durante cuatro días consecutivos –del 22 al 25 de noviembre–
congrega a más de un millar de activistas y teóricas feministas procedentes de
todo este subcontinente además de invitadas de Europa y Norteamérica quienes
dialogan, debaten y reflexionan sobre los desafíos actuales en la lucha por los
derechos humanos de las mujeres, y sobre las coordenadas políticas a seguir por
el movimiento feminista en los próximos tres años. Dos cuestiones de vital
importancia abordados en este encuentro son el enfoque de la interseccionalidad
que emerge en la teoría feminista hace más de tres décadas y la erradicación de
la violencia contra las mujeres, temas que desde la agenda feminista son
instalados en el ámbito de los derechos humanos, estas dos cuestiones serán
brevemente abordadas en este artículo.
Una de las mayores riquezas con que cuenta la Región
latino-caribeña es la diversidad étnica y cultural, aunque lamentablemente ésta
se haya traducido en profundas desigualdades y discriminación estructural. Así,
de acuerdo con el último Informe Regional de Desarrollo Humano del Programa de
Naciones Unidas para el Desarrollo 2013-2014, pese al crecimiento económico
mostrado en la última década, América Latina continúa siendo la región del
mundo con mayor desigualdad[3]. En consonancia con esta grave situación, es
destacable que uno de los retos más importantes que se ha propuesto afrontar el
XIII EFLAC –como queda establecido en su Manifiesto Político: “Por la
liberación de nuestros cuerpos”[4]– es reflexionar sobre la diversidad entre
mujeres y las estrategias adecuadas para combatir los distintos sistemas de
opresión que pesan sobre ellas, poniéndose de relieve que los feminismos se
enriquecen en tanto “se van ennegreciendo, indigenizando, cholificando,
transgenerizando, lesbianizando, des-normalizando”. No obstante, conviene poner
de manifiesto que hacer frente a esta problemática no es una tarea sencilla.
En ese sentido, una de las herramientas analíticas
elaboradas desde la teoría feminista para hacer frente al distinto modo en el
que los diversos sistemas de subordinación/discriminación operan sobre la
experiencia de las mujeres es la perspectiva de la interseccionalidad, que en
el ámbito jurídico tiene como autora referente a la iusfeminista norteamericana
Kimberlé Crenshaw, que en 1989 publicó su clásico trabajo <>[5], en el
que, desde el feminismo negro, elabora una crítica que pone en cuestión la
tendencia a tratar la raza y el género como categorías de experiencia y
análisis mutuamente excluyentes. Sostiene que dichos sistemas interactúan entre
ellos adoptando formas diferentes de discriminación, nos dice que:
“Estos problemas de exclusión no pueden resolverse por la
simple inclusión de las mujeres negras en alguna de las estructuras analíticas
ya establecidas. Debido a que la experiencia interseccional es mayor que la
suma del racismo y del sexismo, el análisis que no tome en consideración la
interseccionalidad no puede afrontar suficientemente la particular manera en la
que están subordinadas las mujeres negras” (Crenshaw, 1989: 140).
Continúa...
http://www.losandes.com.pe/Sociedad/20141130/84462.html
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