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viernes, 31 de marzo de 2017

La Copppal apuesta al diálogo en Venezuela

Una cadena de acontecimientos políticos que ha derivado en confrontaciones violentas en la que la sangre ha corrido por las calles con un lamentable saldo en pérdidas de vidas humanas, viene padeciendo, desde hace años, Venezuela.

El último episodio de esta cadena de confrontaciones fue la sentencia de la Corte Suprema que limitó los poderes de la Asamblea Nacional en respuesta a la decisión de este poder del Estado de desacatar una decisión judicial que ordenaba no juramentar a cuatro diputados que, de acuerdo al órgano electoral, habían ganado las curules de forma irregular, por lo que se ordenaba realizar nuevas elecciones en las demarcaciones donde se produjeron las anomalías.
La Asamblea Nacional, dominada por la oposición, entendía que esos legisladores habían ganado en buena lid, por lo que decidió juramentarlos  y comenzar a tomar decisiones con el voto de ellos, lo que  provocó la reacción de la Corte Suprema que, amparándose en la Constitución y actuando como el órgano de mayor autoridad judicial, entendió que el desacato rompía el orden institucional, por lo que decidió, mediante la sentencia, restaurarlo.
Los hechos demuestran una confrontación entre dos poderes del Estado. Es un acontecimiento parecido a otros en muchos de nuestros países, como en El Salvador por ejemplo, en donde la Corte Suprema eliminó a ochenta y cuatro diputados suplentes y dejó sin efecto una serie de decisiones de la Asamblea Nacional. En el caso del país centroamericano la sociedad continental no se enteró; nada pasó, pero lo de Venezuela recorrió al mundo a través de los grandes medios corporativos que titulaban “Golpe de Estado”.
Además de esos grandes titulares que daban cuenta del supuesto Golpe de Estado, comenzaron a llover los editoriales, los artículos de fondo, los análisis “objetivos sobre el Golpe”; en fin, toda una ensordecedora bulla que llegó a confundir a algunos “muy lúcidos”, e incluso arrastró a algunos gobiernos que tomaron la decisión de llamar a sus embajadores a consulta. Armaron todo un “quilombo”, el que no vimos con el real Golpe de Estado a Dilma Rousseff, o con la criminalización de la protesta social en Argentina, encarnada en la encarcelación de la diputada Milagro Sala, las decenas de periodistas asesinados en Honduras y la oleada de violaciones a los derechos Humanos; o las docenas de activistas comunitarios ejecutados en Colombia después de los acuerdos de paz.
 Desde la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina y el Caribe, Copppal, entendemos, siempre apegados a nuestra carta fundacional,  que la situación por la que atraviesa Venezuela debe ser abordada desde espacios de diálogos políticos que no vulneren la soberanía del país, que no rompan con el orden institucional y democrático que se han dado a través de la Constitución y las leyes, a través de los procesos electorales en donde la voluntad popular se haya expresado con claridad.
En consecuencia, respaldamos el reinicio de las conversaciones en la Mesa del Diálogo compuesta por el Gobierno y la oposición, y reiteramos nuestro apoyo a la comisión creada por Unasur para coordinar las pláticas que tienen como objetivo sacar a Venezuela de la crisis política en que se encuentra,  integrada por los expresidentes, Leonel Fernández, de República Dominicana; José Luis Rodríguez Zapatero, de España;  Martín Torrijos de Panamá y el enviado del Vaticano.
La Copppal, apegada siempre a los principios que dan sentido a nuestra existencia, recogidos en la Declaración de Oaxaca, suscrita por todos los partidos miembros, rechaza cualquier tipo de injerencia en los asuntos internos de Venezuela y de cualquiera de los países de América Latina y el Caribe, y advierte que ningún organismo internacional puede actuar al margen de la voluntad de los venezolanos para buscar salidas que respondan a intereses ajenos al del pueblo de Simón Bolívar.
Manolo Pichardo

Presidente

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