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martes, 3 de mayo de 2016

América Latina en su laberinto


Enormes problemas de falta de gobernabilidad, corrupción y descontento social afectan a múltiples países del subcontinente. El diagnóstico para la democracia es lamentable.
Economías en recesión. Megaescándalos con presidentes imputados. Desempleo rampante, deterioro de los servicios públicos y altos niveles de inflación. Radicalización política y violencia desbocada. Gobiernos acusados de violar los derechos humanos y de ocultar sus vínculos con estructuras mafiosas. La lista de los males que se han abatido sobre el continente parece no tener fin.
Desde el río Grande hasta la Patagonia, en 2016 se ha instalado en casi todos los países del continente un profundo malestar social que ha conducido a crisis políticas en varios puntos de la región. Y aunque el problema se explica en parte por la desaceleración económica mundial, el bajonazo económico de China y los bajos precios del petróleo y otras materias primas, lo cierto es que el mal manejo de la bonanza de la década pasada les está pasando factura a los gobernantes, que hoy tienen que lidiar con bajísimos niveles de popularidad.
De hecho, Nicolás Maduro de Venezuela y Dilma Rousseff de Brasil están en la cuerda floja. Mauricio Macri de Argentina afronta una grave crisis de gobernabilidad. A Rafael Correa de Ecuador, Evo Morales de Bolivia y Daniel Ortega de Nicaragua se les acusa de manera cada vez más explícita de querer perpetuarse en el poder. Y en Colombia, el presidente Juan Manuel Santos afronta el momento más difícil de sus seis años de mandato, con una opinión pública indignada con la corrupción, sin plata para el posconflicto, y una oposición que gana terreno y se fortalece en las regiones.
Como en los peores momentos de los años ochenta, el continente se enfrenta a una coyuntura adversa para la que está muy mal preparado. Y, como en esos años, en algunos países han vuelto a aparecer los fantasmas de los golpes de Estado, en otros se ha instalado el miedo de que sus economías entren en un ciclo largo de recesión, y unos más temen incluso que la polarización acabe con su frágil gobernabilidad.
Venezuela
Referendo o muerte
Nadie se explica cómo no ha estallado la situación en Venezuela. Como un enfermo terminal, los síntomas de la decadencia no dejan de aumentar. El desabastecimiento, el racionamiento eléctrico, la ilegitimidad de las instituciones y el descontento popular generalizado tienen acorralado al presidente Nicolás Maduro. El FMI estima una inflación de más del 700 por ciento en 2016 y de 2.200 para 2017, es difícil encontrar alimentos básicos y medicamentos, las filas en los supermercados son cada vez más largas y la crisis energética es angustiante. Pero esos factores no son lo peor. Frente a la perseverancia de la Asamblea Nacional, de mayoría opositora, el oficialista Consejo Nacional Electoral (CNE) se vio presionado a aceptar la recolección de firmas que activarían un referendo revocatorio.
Maduro recortó la semana laboral del sector oficial a dos medios días de trabajo, con el pretexto de ahorrar energía por el fenómeno de El Niño. Esto exacerbó los ánimos, pues para la oposición la medida apuntaría a dilatar el proceso de auditoría de las firmas en el CNE. En solo un día, los organizadores recogieron más de 200.000 rúbricas, con lo que sobrepasaron la cantidad necesaria para dar paso al referéndum revocatorio, que necesita más de 4 millones de votos. Sin embargo, no se han hecho esperar las tácticas oficiales de paralizar el sector público y los obstáculos para los votantes, como la obligación de confirmar sus firmas ante el CNE.


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